El asesino de Soledad Solaro



Mediados de 2004, Soledad Solaro estaba en amoríos con el rugbier Gonzalo Quesada. Precisamente, aquella noche iba a salir con su novio. La modelo abandonó su departamento y abajo, la estaba esperando un auto para llevarla a la cita. Un hombre muy alto y patón, con aspecto de rugbier, con olor a Queso, la estaba esperando. Soledad le vio cara conocida, estaba segura que ya lo había visto en otras ocasiones.
- Qué olor a Queso que tiene esta patón - pensó Soledad - creo conocerlo de algún lado.


-  Buenas noches, señora Soledad Solaro – le dijo el chofer.
- Buenas noches, ¿No nos conocemos ya?
-  No, es la primera vez que hago un servicio para usted. Jamás vine a este departamento.
-     Muy bien, se debe parecer a alguien, entonces. ¿Su nombre?
-  Carlos – fue la respuesta y volvió a pronunciar su nombre con mayor enfásis – Caaarrrloooossss, aunque puede llamarme Carlitos.
- Bueno, tanta confianza no, Carlos, ¿Sabe a donde vamos, verdad?
-  Por supuesto, a la Lancaster York Residence.
- Perfecto.
-  ¿Apetece algún caramelo? – el chofer le ofreció un caramelo a Soledad – son de bajas calorías.
-         Bueno, gracias – la modelo tomó el caramelo e ingresó al auto.




El chofer tomó el volante y comenzó a manejar. Mientras el auto arrancaba, la modelo comenzó a sentir algunos mareos, empezó a tener mucho sueño, relamente se sentía muy mal. Creía desvanecerse, la cabeza le daba vueltas, intentaba hablar pero no podía, tenía la vista borrosa, empezó a cerrar los ojos, finalmente, se quedó profundamente dormida.
-         Muy bien – dijo el chofer al ver que Solaro dormía – ya está el objetivo cumplido.
Era un martes por la noche. Cuando Soledad Solaro despertó miró a su alrededor, vio que la noche se convirtió en día. Era el miércoles por la mañana. Pero Soledad había perdido toda noción del tiempo: estaba en una habitación oscura.
Soledad se encontraba acostada en una cama, atada de pies y manos. No podía moverse. Comenzó a jalear para ver si podía escapar, pero nada pudo hacer. De repente, frenta a ella, estaba el chofer, que le dijo:
-         Buenas noches, que facil fue traerte hasta aca Soledad. Ahora sí te diré quien soy, soy 




Carlos Ignacio Fernández Lobbe, rugbier de Los Pumas, lástima que estabas dormida, muy dormida, no sabes lo que disfrute esta noche con vos, te violé mientras estabas dormida.
- ¡Nooooooooooo! - exclamó Soledad con terror.

- Pero quedate tranquila Sole, que se un violador no es nada. Hay cosas peores que ser un violador, como ser un asesino. Y yo soy Carlos Ignacio Fernández Lobbe, el rugbier asesino, me gusta asesinar chicas como vos, que sean esposas o novias de rugbiers. Soy un Queson, a cada mujer que asesinó, le tiró un Queso. Ja, ja, 
La modelo se aterrorizó al escuchar las palabras del asesino. Fernández Lobbe, el Queson, no estaba vestido de rugbier, aunque tenía un casco en la cabeza, lucía la casaca de Boca Juniors, la azul y oro, y con unos guantes negros sostenía un enorme cuchillo.
-         Soy un Caaaaarlooooossss nena, soy un Quesón, aunque en el mundo del rugby todos me llaman "Nacho", ja, ja. Pero en el mundo del crimen, del asesinato, de los Quesos, de los Quesones, soy un Caaaarrlooooooossssss, un Caaaarrlooooooossssss.



Junto a Fernández Lobbe había una mesa muy grande con varias gigantescas hormas de Queso Gruyere. Era hormas realmente gigantescas, tan grande que ni lo podemos imaginar. Carlos agarró uno de esos Quesos y lo tiró sobre Soledad Solaro.

- ¡Socorro! - exclamó aterrorizada Solaro.
- No te gastes Sole, no lo hagas, no te va a escuchar nadie.
El Queso quedo sobre Soledad Solaro, el rugbier, cuchillo en mano, se tiró sobre ella, y empezó a cortar el Queso encima de la modelo, pasandole el cuchillo por todo el cuerpo, principalmente el culo y los pies, la modelo sentía el frío filo del cuchillo sobre su cuerpo, mientras Carlos cortaba el Queso, los dados de Queso caían sobre su cuerpo, con el cuchillo Carlos tomó un dado de Queso y se lo comió.
- ¡Qué rico Queso! ¿Queres comer nena?
Carlos intentó meterle el Queso a Solaro en la boca, la modelo lo recibió con repugnancia, y con asco exclamó un fuerte "Aaaaaajjjjjjjjjjj" escupiendo el Queso.
- ¿No te gusta el Queso? - dijo Fernández Lobbe - ¡Pero sí tu novio es Gonzalo "el Queso" Quesada!


Solaro empezó a exclamar gemidos y sollozos, mientras Carlos la siguió torturando obligandola a comer el Queso.
Finalmente, Carlos dio por finalizada esa diversión.
- No te gusta el Queso, este Queso sí que te va a gustar.
El rugbier colocó su enorme pie derecho sobre la cara de Solaro y le dijo:
- Empeza a olerme los pies, mi Queso. Disfruta de mi olor a Queso. Vamos, oleme, chupeme y besame los pies. Aunque no son pies, son Quesos, son Quesos. ¡Queeessooooooo!
El olor a Queso del rugbier era por demás fuerte e intenso, apestante. La mujer no podía soportarlo, creía que se moría. Fernández Lobbe, el Quesón, retiró su pie derecho, y luego le puso el izquierdo. Otra vez el olor a Queso era insoportable.
Como extasiada, Soledad empezó a oler, chupar, lamer y besar los pies del rugbier, necesitaba estar como drogada para soportar las torturas a las que la estaba sometiendo.
Podría asesinarte si quisiera, pero mejor esta noche voy a violarte. Mañana te asesinaré. Ya te dije que soy un Quesón.



Entonces el rugbier dio vuelta con furia y salvajismo a Soledad Solaro, y agarró las zapatillas talle cuarenta y nueve que tenía, con gran violencia, le empezó a golpear el culo con las zapatillas, Soledad aguantó las fuertes patadas que el rugby le dio.
Como si fuera un scrum, Carlos la penetró con furia por el culo, la zamarreó fuertemente, fue algo doloroso aunque al mismo tiempo gozoso para Soledad, después la penetró también por la vagina. La violación fue con furia.
- Así igual te violé anoche, lástima que estabas dormida, nena.
Carlos levantó el cuchillo, la modelo creyó que seria asesinada, y esta esperó el hecho de ser asesinada con resignación para terminar con tanta violencia y sufrimiento.
Pero Carlos levantó el cuchillo y lo clavó en la cama, rozandola a Solaro.
- Ja, ja, ahora duerme Soledad, duerme
El rugbier la inyectó con un fuerte somnífero que permitió que Soledad Solaro durmiera gran parte de aquel día, cuando despertó era la noche del miércoles.
- Debí haberte violado mientras estabas dormida, pero preferí que estuvieras despierta.
- Si me queres asesinar, hacelo, basta ya, no soporta más esto ¿Porqué tanto sufrimiento? Asesiname y listo.
- Ja, ja - dijo Carlos Ignacio Fernández Lobbe - para que veas que no soy tan malo, te voy a dar algo de comer.
Otra vez Fernández Lobbe tiró un Queso encima de Solaro. Otra vez repitió el cortar el Queso encima de su cuerpo, otra vez Carlos intentó meterle los cubos de Queso en la boca, mientras el comía un buen trozo con voluminosos agujeros, Solaro no probó ni uno.
El rugbier tomó otra vez el cuchillo y parecía que la iba a atacar, Solaro prefiría ser asesinada a nuevamente ser violada, y con el cuchillo le rasgo la ropa, la ropa interior que tenía Solaro, muy despacio, con suavidad.
- No vas a necesitar esto conmigo Soledad.
La modelo estaba otra vez aterrorizada, y lo estuvo aún más cuando siendo el miércoles por la noche, Fernández Lobbe otra vez la penetró con furia y salvajismo por el culo. Al terminar, la modelo siguió con sus sollozos y gemidos.
Sin embargo, presa del pánico y del horror, aquella noche del miércoles al jueves, Soledad Solaro pudo dormir, al día siguiente otra vez se despertó, y lo primero que vio fue un enorme pie sobre su rostro.


- Ya es casi el mediodía - le dijo Fernández Lobbe - veo que dormiste bien esta noche. Te quiero muy fuerte para hoy, Soledad, por eso te recibo con mis Quesos para que desayunes bien.
Carlos Ignacio Fernández Lobbe otra vez la sometió a sus pies, Solaro los lamió, besó, olió y chupó, una y otra vez, con gran intensidad y fogocidad.
- Espero te guste este Queso, nena, ya ví, que el Queso Gruyere no te gusto.
El rugbier esta vez le sirvió a Soledad unas galletas untadas con Queso Crema. Hambrienta después de un miércoles donde fue sometida a toda clase de torturas, vejaciones y violaciones, Solaro comió con placer y ganas aquellas galletas, y aceptó tomar el vaso de agua que la daba el rugbier.
- Bien, bien, Soledad, comiste bien hoy, igual espero te guste este Queso - y agarró otro Queso Gruyere y lo tiró encima de la modelo - ¡Queeesssooooooooooooo!
El rugbier desapreció por un largo rato, pasaron como tres o cuatro horas, cuando reapareció, Soledad seguía exhausta aunque un poco recuperada. Era el jueves a las cuatro de la tarde.
- Espero hayas hecho bien la digestión Soledad - dijo Carlos - porque ahora viene el manguerazo.
- ¡Nooooooooooooooo! - gritó la modelo.


Carlos agarró una manguera y bañó a Soledad dandole fuertes manguerazos de agua. 
- No te quejes Sole - le dijo Fernández Lobbe - habia pensado en tirarte un balde con mis orinas y mis soretes, pero despues lo tenía que limpiar yo mismo, lo descarté, además a los Quesones nos gusta el Queso, no esas cosas escatológicas.
Fernández Lobbe se tiró otra vez encima de la modelo y la violó con furia, salvajismo y violencia, la dio vuelta, la penetró por el culo, le metió una pelota de rugby en el culo y la violo con eso, muchas veces aquella tarde, después la violó por la vagina.
- Es temprano Soledad, espero que duermes bien, ja, ja - le dijo Fernández Lobbe. Esta vez la inyectó de nuevo y le aseguró un buen sueño en la noche del jueves al viernes.
La luz del amanecer del viernes llegó y Soledad abrió los ojos, creía que todo era un sueño, que se despertaba de una horrible pesadilla, pero otra vez tenía unos olorosos pies sobre su rostro, cuchillo en mano, Carlos Ignacio le dijo:
Hoy sí serás asesinada. Pensaba asesinarte el miércoles, pero disfrute tanto teniendo sexo , queso, diversión y otras con vos que te di dos días más de vida. Dale Soledad decime dos nombres de mujeres que deben ser asesinadas por mí....
- Daniela Cardone, Julieta Díaz, Pamela David - murmuró Soledad Solaro.
- Perfecto Soledad, perfecto, todas tendrán su Queso, ja, ja, ¡Queeessoooooooooooooo!


-
Tras estas palabras, Nacho sometió a Soledad otra vez a los pies, no seremos redundantes, diremos que otra vez la sometió a los pies, la obligó a chupar, lamer, besar y oler los Quesos, la violó otra vez con el culo, y finalmente agarro el cuchillo, el enorme cuchillo que portaba en sus manos.
- Ahora sí Soledad, serás asesinada.
- ¡Nooooooooooooooooooooooooooo! - gritó Soledad.


Carlos se tiró sobre Soledad cuchillo en mano, y le hizo un profundo corte en las tetas, hundiendole el cuchillo en los pezones, de ahí el tajo que le hizo en todo el cuerpo fue impresionante, entonces la apuñaló salvajemente, con cortes y tajos en todo el cuerpo. Le dio como setenta u ochenta puñaladas. 
Tras cometer el crimen, con la sangre fluyendo en todos lados, el Quesón tomó el Queso, lo tiró sobre su víctima, y dijo en voz alta:
- Queso.
Horas después el cadáver con el Queso apareció en un descampado para conmoción de los medios de comunicación, que le dieron una amplia cobertura al asunto. Era la horma de Queso más grande que podamos imaginar. 



La policía, como siempre, investigó poco y mal, lo que garantizó la impunidad total de Carlos Ignacio Fernández Lobbe. Dada su gran condición de jugador de rugby, no tardó en ser transferido a las grandes ligas profesionales de Inglaterra y Francia. Los crímenes continuaron como una mancha de aceite que se extiende sin poder detenerse, solo que se trataba de una mancha de sangre cada vez más grande. Pero esa es otra historia... es que el Queso tiene tantos agujeros, que uno más o uno menos no se va a notar.


Comentarios

  1. Buena idea esto de que un rugbier asesine a una modelo

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  2. que caro que pago Soledad Solaro haber sido la novia de Gonzalo Quesada

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  3. Faltó detallar la violación

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  4. uno de mis Relatos Quesones preferidos perfecto lo de Fernández Lobbe magistral

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  5. Muy bien, quedó con más morbo, con las reacciones de Soledad Solaro a las distintas violaciones, el manguerazo estilo cárcel de mujeres, que luego se convirtió en un clásico, el corte de lencería. Y el Soledad convertida casi en una cómplice de futuros crímenes quesones.
    Muy al estilo del rugbier. Y la descripción de la repercusión, aún sin pánico masivo.

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  6. los relatos de Carlos Ignacio Fernández Lobbe, son súblimes

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  7. uno de los Quesos más clásicos

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